Un empresario en escala, en el cielo, trata de capturar una estrella roja

El valor de los proyectos ha cambiado mucho en las últimas décadas. En la generación de nuestros padres, la idea de proyecto se identificaba con dos figuras profesionales: el arquitecto y el ingeniero. Donde el arquitecto combinaba creatividad artística y practicidad, el ingeniero destacaba por su capacidad de imponer su visión a la naturaleza, conectando grandes distancias a través de puentes, carreteras, oleoductos y proezas tecnológicas como el avión o el televisor.

 

 

Proyectos en un mundo en transformación

La transformación digital es el primer reto de las empresas en la actualidad. 

Como consecuencia de esos avances, hoy en día el proyecto por antonomasia es tecnológico. El experto en proyectos suele estar relacionado, de una manera u otra, con el mundo digital.

Ese cambio ha hecho que se rompa la definición de éxito del proyecto que podríamos considerar clásica. En otras palabras, el proyecto se ha transformado en una herramienta de gestión empresarial: por lo tanto, la definición de éxito también está ligada con la visión global de la empresa. No es solo cosa de técnicos y directores de proyecto: ya hay grandes directivos con el título de Chief Strategy Officer (CSO), o Director de Estrategia. Los proyectos preferidos de estos directivos son proyectos de transformación.

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En el modelo clásico, un proyecto tenía éxito si se entregaba en tiempo, dentro del presupuesto y la calidad previstos. Los proyectos de construcción siguen respondiendo a este modelo.

Hoy en día, sin embargo, es muy frecuente que fracasen proyectos que cumplen esos criterios. Por ejemplo, una aplicación empresarial que no despega entre los usuarios.

¿Pero, cómo es posible que un proyecto eficaz, eficiente y con la suficiente calidad no cumpla con las expectativas?

La respuesta está en la coyuntura actual. Hace cincuenta años, el mundo era relativamente estable. El proyecto no necesitaba sorprender para tener éxito: bastaba con que llegara a buen puerto. Pero cuando la realidad está cambiando constantemente, ese puerto no se puede alcanzar con una trayectoria lineal.

Nueva definición de éxito

Hoy en día, las cosas han cambiado y la nueva definición de éxito del proyecto incluye un nuevo vértice: la innovación.

triángulo del éxito: innovación, eficiencia, eficacia

En definitiva, los proyectos en el siglo XXI solo se aseguran el éxito si permiten cambiar las cosas y comenzar a trabajar de otra manera. No es necesario que la innovación sea de largo alcance: basta con que añada pequeños incrementos de valor para capacitar a la organización en su estrategia de cambio.

El análisis de Big Data para descubrir oportunidades de negocio es un campo en el que se pueden dar muchos pasos incrementales de ese tipo, hacia un modelo de organización que todavía no existe. No es fácil encontrar rápidamente la verdad que esconden los datos: una estrategia de Big Data incluirá proyectos de transformación muy distintos, entre los cuales están análisis preliminares, el diseño de algoritmos, el diseño de nuevos productos a partir de los nichos de mercado que se identifiquen y la integración de esos datos con el CRM existente. Todos esos proyectos están orientados a la generación de nuevas oportunidades.

Otro buen ejemplo sería, para una agencia de diseño gráfico, la creación de un proyecto para un cliente con una tecnología que no se había utilizado nunca antes. Este proyecto también es transformador, porque crea una capacidad y una competencia completamente nuevas.

Esta idea equivale a reconocer que la gestión del cambio debe absorberse como una misión corporativa por parte de cualquier empresa que quiera mantener la competitividad en el mercado.

Con la nueva definición de éxito, también es posible redefinir con precisión qué se entiende por un proyecto en los tiempos de la transformación digital:

“El proyecto es un conjunto de factores que aportan valor añadido, cuya entrega a la organización está programada en el tiempo para su realización.”

Hay otra consecuencia de esta definición. El proyecto tiene un final en el tiempo. Pero cuando se entrega el resultado, ese trabajo innovador no ha hecho más que empezar: hace falta explotar las ventajas.

 

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